Ser Docente, es ser un estilista de almas, un embellecedor de vidas;
tiene una irrenunciable misión de partero del espíritu y de la personalidad. Es
alguien que entiende y asume trascendencia de su misión, consciente de que no
se agota de impartir conocimientos o propiciar el desarrollo de habilidades y
destrezas, sino que se dirige a formar personas, a enseñar a vivir con
autenticidad, sentido y proyectos, con valores definidos, con
realidades, incógnitas y esperanzas.
Ser Docente, consiste en brindar vuelos de altura, sembrar utopía,
estar siempre abierto a la aventura de lo desconocido, al riesgo de las
cumbres, exploradores de nuevos horizontes y mundos más humanos construidos mas
allá de los gritos y de la impaciencia.
Ser Docente, es ofrecer una varita mágica a los niños (as) para
que puedan volar con sus fantasías, recorrer los caminos de la imaginación,
visitar estrellas y países encantados, hablar con mariposas y tulipanes,
descubrir horizontes insospechados y descansar con el pecho de la luna.
Ser Docente, es guiar a los alumnos (as) a la maduración de
una fe. El educador creyente deberá reflejar su fe en su propia vida.
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